Coldplay a la luz de las velas
Hoy me he estrenado en mi nuevo trabajo con Fever, los organizadores de los conciertos Candlelight. Estos eventos tienen lugar en espacios inspiradores como la Iglesia de la Encarnación de Bilbao, y generan un ambiente muy íntimo poniendo velas alrededor del escenario y los asientos (información importante: ¡no son velas de verdad! No creerás, ni por un solo segundo, que van a poner fuego alrededor de un piano, ¿no?)
Este debut a la luz de las velas también ha sido mi primera experiencia con la música pop en un recital de piano solo: una hora de lo mejor de Coldplay (arreglado por Laura Andrés). Obviamente, mucho más fácil de estudiar que la Waldstein de Beethoven, pero también con sus peculiares matices…
¿Soy yo, o a alguien más de clásico le parece que el pop no respira? La primera vez que pasé una grabación a la organización me dijeron que «la música tenía que tirar para adelante». Y, claro, luego me escuché tocando Clocks y respirando como en uno de los Impromptus de Schubert. Mantener estrictamente la velocidad fue un concepto que me costó asimilar, y al principio me daba la sensación de estar tocando todo appassionato (sin aliento).
Luego no fue para tanto, aunque el concierto tampoco fue un camino de rosas. Aunque el ambiente era espectacular, no dejaba de ser una iglesia, con los problemas que eso implica para la articulación de las notas. Tuve que tocar un pelín más lento y casi sin pedal para que se escuchara bien en todo el recinto (la verdad, la iglesia hacía el trabajo de pedal demasiado bien). También se me hizo rara hablar el doble de lento y la sensación de dejar un hueco abismal entre las palabras, lo que me hizo empatizar con los curas cuando predican en las misas.
En cualquier caso, la gente salió muy contenta del concierto. Me dio lástima que en el primer pase no viniera mucha gente a sacarse fotos conmigo, seguramente por no saber que se podía hacer tal cosa. En el segundo pase lo hice saber al final del concierto y entonces sí que se acercaron a saludarme.
Coldplay in candlelight
Today I started my new job with Fever, the organisers of the Candlelight concerts. These events take place in inspiring spaces like the Church of the Incarnation in Bilbao, and they create a very intimate atmosphere by putting candles around the stage and the seats (important information: they are not real candles! You don’t think, for a second, that they’re going to put fire around a piano, do you?)
This candlelit debut was also my first experience with pop music in a solo piano recital: an hour of Coldplay’s best (arranged by Laura Andrés). Obviously, much easier to study than Beethoven’s Waldstein, but also with its peculiar nuances…
Is it just me, or does anyone else in classical feel that pop doesn’t breathe? The first time I submitted a recording to the organisation I was told that «the music had to move forward». And, of course, then I heard myself playing Clocks and breathing like one of Schubert’s Impromptus. Strictly maintaining speed was a concept that was hard for me to assimilate, and at first I had the feeling that I was playing everything appassionato (breathless).
Then it wasn’t so bad, although the concert was no bed of roses either. Although the atmosphere was spectacular, it was still a church, with all the problems that implies for the articulation of the notes. I had to play a bit slower and with almost no pedal to be heard well in the whole venue (the church did the pedal work too well, to be honest). I also found it strange to speak twice as slow and the feeling of leaving an abysmal gap between the words, which made me empathise with the priests when they preach at mass.
In any case, people left the concert very happy. I was sorry that in the first show not many people came to take photos with me, probably because they didn’t know that it was possible to do so. On the second show I let them know at the end of the concert and then they did come up to greet me.
Ander Marzana Rincones 